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La maldita relatividad del tiempo

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Hace ya meses que vi la película  In time. Estoy segura de que muchos de vosotros también la habéis visto. El caso es que el argumento tenía muchísimo potencial: una sociedad futurista en la que la moneda de cambio es el tiempo y se pueden comprar o vender segundos, minutos u horas de nuestras vidas. Como es obvio, las de los pobres eran mucho menos longevas que las de los ricos. Pues bien, con esa premisa, el film prometía mucho, aunque luego para mí se quedara en nada de nada. Eso sí, me alegré la vista un rato viendo a Justin Timberlake. La cuestión es que llevo semanas dándole vueltas al tema del tiempo, y sobre todo a la falta de él. Soy de las que se maravilla cuando ve a alguien que, con un horario laboral de esos en los que casi no pisas la calle de día, aún le queda tiempo para apuntarse al gimnasio (apuntarse e ir, que no siempre ocurre), estudiar idiomas, ir a trotar con el perro por el parque antes de que salga el sol y, además, no perderse nunca una reunión c

Nuevos comienzos...

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«¿Tomas algo para ser feliz? Sí, decisiones». Sí, a veces eso es todo lo que necesitamos, si no para ser feliz, para situarnos en el camino de la felicidad. Lo de «salir de la zona de confort» parece un término muy manido, pero la realidad es que en muchas ocasiones nos asentamos y estamos tan tan cómodos que, aunque las cosas no vayan como nos gustaría, nos resistimos a hacer nada para cambiarlo. Cuando dio comienzo el 2019 (quizás antes) yo me propuse un buen puñado de metas; ya sabéis lo fácil que es emocionarse cuando el año llega a su fin... Las uvas de las doce campanadas han visto muchísimos propósitos no cumplidos, pero yo decidí que esta vez iba a ser diferente. Estamos en octubre y puedo decir que lo ha sido. He alcanzado algunos de los objetivos que me había propuesto, mientras que otros planes no han podido llegar a buen puerto, pero ambos me han enseñado mucho y, a día de hoy, continúo tratando de coronar otras cimas... Unos de mis eternos pendientes era