Bellator: Prólogo y primer capítulo.

Bueno, vuelvo después de milenios desaparecidas, pero os traigo una sorpresita!!! el prólogo y el primer capítulo de mi novela: Bellator. Espero que la disfrutéis u espero también vuestras opiniones. Ando en busca de editorial, así que por lo pronto no os puedo mostrar nada más. Si al final no sale, os iré colgando capítulos. y ya trabajo en otra novela, cuando la tenga más avanzada os contaré cosillas!!!


PRÓLOGO

La mayoría de la gente no cree en ningún tipo de criatura sobrenatural, no creen en vampiros, brujos o licántropos; y con un poco de suerte muchos de ellos llegarán al final de sus vidas sin tener noticias de ellos. Unos pocos caerán víctimas de sus engaños y puede incluso que encuentren la muerte. Yo en cambio he sabido de su existencia desde que nací. Sé no solo que existen sino que además estoy destinado a vigilarlos, a velar para que los humanos continúen ajenos a ese mundo y sanos y salvos.
Soy un Regio, una raza concebida para proteger a los humanos, para mezclarnos con ellos y asegurarnos de que esas criaturas no les hacen daño alguno. Para ellos representamos una especie de juez y verdugo; marcamos el límite que no deben traspasar, bajo ningún concepto pueden matar a un humano. Si acatan esa única norma les dejamos vivir tranquilos, quebrantarla supone su propia muerte.
Para llevar a cabo esta tarea, desde muy corta edad somos sometidos a un duro entrenamiento, tanto físico como mental. Sin embargo, sólo unos pocos de nosotros se convertirán en bellator, los verdaderos guerreros de nuestra raza. La principal diferencia de los bellator es que desarrollan habilidades primarias, ciertos poderes que no se manifiestan hasta cumplir dieciocho años; debido a esto, todos somos entrenados por igual hasta ese día. Una vez superada la transformación, los bellator son enviados a las zonas conflictivas o allí donde son más necesarios. Persiguen y dan caza a aquellos seres que transgreden la norma.
Ese el rito de paso de nuestra raza y aunque en el fondo todos deseamos convertirnos en bellator, la transición no es nada agradable, es un proceso tremendamente doloroso que entraña incluso cierto riesgo. Pese a ello, soportamos ese sufrimiento con la certeza de que nos convertirá en guerreros.
Toda mi vida ha transcurrido en este pequeño pueblo, un remoto lugar perdido en alguna parte de Los Alpes Suizos, lejos de cualquier signo de civilización y prácticamente inaccesible para quien no sepa donde se encuentra realmente. Es parte de nuestro destino, permanecer aislados hasta estar lo suficientemente preparados, lejos de las miradas humanas y lo que es aún más importante, lejos de nuestros enemigos. El aislamiento sólo se interrumpe en ocasiones concretas, cuando es necesario abastecernos, cuando algún grupo vuelve para descansar o para traernos nuevas noticias, o cuando un amigo nos visita, aunque esto último ocurre en contadas ocasiones.
Pero hoy todo es diferente, hoy es la víspera de mi décimo octavo cumpleaños, si mañana me convierto en un bellator saldré al mundo como un guerrero. Todo mi entrenamiento será puesto a prueba, podré por fin luchar y hacer frente a mi destino. Puede que mañana mi vida cambie por completo.


CAPÍTULO UNO

Me alejé del pueblo buscando un poco de soledad, apenas había podido dormir la noche anterior, estaba demasiado nervioso para conciliar el sueño. Por fin había completado mi entrenamiento e iba a formar parte de la comunidad en activo. Era bueno, lo sabía. Pero aún no conocía del todo mis habilidades y eso me ponía terriblemente nervioso. Me inquietaba tremendamente la imposibilidad de controlar lo que pudiera suceder al día siguiente. Y para añadir una mayor incertidumbre, no había manera de adivinar si me convertiría en un bellator. Aquello era lo que más me atormentaba, no quería seguir encerrado en aquella pequeña aldea, y lo que es peor, estaba seguro que decepcionaría no solo a mi madre si no me convertía en un guerrero, sino también al resto de la comunidad.
Así que me dediqué a analizar cualquier cosa que me pareciera extraña, observé mi cuerpo, mis manos, todas y cada una de mis sensaciones, en busca de algo que me indicara que realmente esa noche iba a operarse el cambio. Podía sentir el bombear de mi corazón acelerado, el vello erizándose en mis brazos debido a la fresca brisa que se había levantado, e incluso los músculos estirándose mientras caminaba, pero no había nada más, ningún indicio, ninguna sutil diferencia.
Insatisfecho por mi inútil análisis, me senté junto al arroyo al que tantas veces había acudido durante todos estos años, recostándome en el gran árbol que se inclinaba sobre su orilla. Sus ramas se agitaban con el viento produciendo un suave sonido que normalmente me tranquilizaba, si bien no logró su efecto en ese momento. Acabada la primavera, el bosque estaba en su máximo esplendor: una densa alfombra de vegetación cubría el suelo y la luz se colaba entre los árboles, creando pequeños focos de luminosidad y calor. Respiré profundamente mientras cerraba los ojos e intenté vaciar mi mente de cualquier pensamiento. Uno a uno, aislé los sonidos que me rodeaban, el agua discurriendo cauce abajo, un pájaro que cantaba alegremente desde la copa de un árbol, pequeños crujidos de los viejos troncos cercanos. Continué así durante lo que me pareció un largo rato, hasta que percibí que alguien se acercaba.
–¿Anais? –pregunté en voz alta. No tenía a nadie a la vista pero algo me decía que era ella.
Un momento después, su cabeza asomó a mi derecha, su cuerpo quedaba oculto por el grueso tronco que me servía de apoyo. Me miró con curiosidad y asintió ligeramente con la cabeza antes de hablar.
–Tus sentidos se agudizan –murmuró mientras una leve sonrisa asomaba a su boca.
Por algún motivo que yo desconocía, todos los que me rodeaban estaban seguros de que mis cualidades superarían en mucho al resto de mi generación. La mayoría de regios de la comunidad esperaban no solo que me convirtiera en bellator, sino que fuera realmente poderoso. Aunque era algo que deseaba de una manera casi obsesiva, no me sentía diferente y aún no había dado muestra alguna de estar desarrollando habilidades primarias. No pude evitar pensar que se estaban equivocando conmigo, que no iba a convertirme en bellator, simplemente sería un regio más.
Tuve que reprenderme por ese último pensamiento, cada regio contaba, cada uno de nosotros, bellator o no, suponía la diferencia. Todos teníamos una función luchando o ayudando a los que lo hacían para que los humanos pudieran seguir adelante con sus vidas, sin enterarse siquiera de que había seres oscuros que rondaban a su alrededor y seres luminosos que los protegían.
–Ha sido simple casualidad –respondí incómodo a Anais cuando me percaté de que continuaba observándome.
–Me has sentido llegar, ¿no es así?. Yo ni siquiera sabía si estarías aquí y tú me has detectado antes de que me acercara lo suficiente para que me vieras. Tu madre era poderosa, ya sabes que tienes muchas probabilidades de ser como ella, quizás mejor.
No pude evitar suspirar. Anais tenía razón, mi madre era uno de los bellator más poderosos que existían. Esa era una de las causas por las que todos pensaban que yo lo sería igualmente. Pero también implicaba que estaba siempre demasiado ocupada para volver al hogar. Mientras intentaba recordar la última vez que me había visitado comencé a sentirme extraño, se me tensaron todos los músculos del cuerpo y una alarma interior comenzó a sonar cada vez más alta. Tenía una terrible sensación de peligro, la misma tensión que se tiene ante un ataque inminente. Comencé a respirar aceleradamente cuando todo lo que me rodeaba se convirtió en una mancha borrosa, incluyendo la cara de Anais que me hablaba sin darse cuenta que ni siquiera podía escucharla.
Era noche cerrada y me encontraba en una pequeña playa, un acantilado se erguía a mi derecha y a mi espalda se alzaban una hilera de pinos que delimitaban el comienzo de un denso bosque. Mientras giraba la cabeza en todas direcciones tratando de adivinar donde podía encontrarme atisbé algo que se movía de forma veloz por el rabillo del ojo, demasiado rápido para poder vislumbrar de qué se trataba. Y entonces comencé a sentirme desdichado, era como si de repente hubiera sufrido algún tipo de pérdida, como si arrancarán de mi lado a alguien tan querido que apenas podía soportarlo. Mis emociones bailaban dentro de mí sin que fuera capaz de saber de dónde venían todos aquellos sentimientos. Aturdido traté de sentarme en la arena, pero antes de llegar a hacerlo, me inundó tal sentimiento de rabia y odio que caía de rodillas y tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no gritar. Aún gruñía cuando todo comenzó a desaparecer y mi visión se volvió nítida de nuevo.
–¿Qué diablos ha sido eso? –gruñí desconcertado.
Respiraba aceleradamente, tenso y totalmente alerta, apretando los puños tan fuertemente que notaba mis uñas clavarse en las palmas de las manos. Sudaba como si hubiera estado entrenando durante horas. Una mano se posó sobre mi hombro; de un salto me puse en pie preparado para atacar.
–Ey, tranquilo. ¿Qué es lo que te pasa? –Su mirada pasó del asombro a la comprensión–. Has visto algo –afirmó rotunda–. No lo niegues.
Al ver que no contestaba continuó hablando.
–¡Oh, vamos! He visto esa expresión en la cara de mi madre cada vez que tiene una de sus visiones. Tienes exactamente la misma mirada que ella, ¿qué has visto?
–Está bien –admití sentándome de nuevo en el suelo. Mi cuerpo continuaba crispado, pero traté de volver a respirar despacio y tranquilizarme–. No sé muy bien lo que he visto, sólo un acantilado y algo o alguien que se movía muy rápido. He notado... quiero decir que me he sentido... –Agaché la cabeza y dejé la frase inconclusa, era demasiado complicado de explicar, y todavía estaba aturdido.
Anais me miraba expectante, ansiosa por conocer todos los detalles con aquella intensa curiosidad que siempre sentía por todo lo que desconocía. Conseguí aplacar las sensaciones que aún me rondaban y apartarlas a un lado, iba a tener que contarle algo o estaba seguro que me acosaría a preguntas el resto de la tarde.
–En un primer momento fue como si alguien fuera a atacarme, como si mi cuerpo se preparara para luchar, luego me sentí tremendamente desgraciado, y por último furioso –resumí, tampoco es que yo estuviera muy seguro de que era lo que había pasado.
–Ahí lo tienes, estás desarrollando tus habilidades primarias. A partir de mañana las visiones serán cada vez más complejas y más nítidas. Si has podido sentir algo es probable que te conviertas también en empático, es algo inusual pero no imposible –Anais sonreía emocionada, dando saltos a mi alrededor como una niña pequeña, totalmente convencida de lo que decía–. ¡Vas a ser un bellator!
¿Empático?,¿visiones? No podía haber desarrollado la habilidad de dominar los elementos o una fuerza brutal, tenían que tener visiones. Bufé exasperado ante la expectativa de pasarme el resto de la vida conociendo todo lo que los demás sentían y me puse de pie evitando la mirada de Anais, no quería que viera la decepción que estaba seguro mostraba mi cara. Hubiera tenido que estar contento, tal y como estaba Anais, aquello era una señal de que con toda probabilidad iba a convertirme en bellator y eso era al fin y al cabo lo que tanto había deseado. Supuse que los contradictorios sentimientos de la visión aún revoloteaban en mi interior y no me dejaban pensar con claridad.
–¿Viste a alguien? En tu visión quiero decir...
–No, a nadie. Pero me preocupa la sensación de pérdida, era abrumadora.
No podía dejar de preguntarme si mi madre estaría en peligro en un futuro cercano, las últimas noticias que tenía de ella era que estaba en Moscú con otros dos regios, ignoraba si su misión entrañaba un riesgo mayor del que normalmente ya asumíamos. Si era ella la que estaba en peligro no había manera de que yo pudiera hacer nada, pero no por eso me resultaba más fácil asumirlo. Cada uno de nosotros debía aprender a los largo de nuestros primeros dieciocho años que el peligro y la muerte eran parte de lo que éramos, nuestra raza había luchado desde el principio de los tiempos contra toda clase de criaturas, pero por mucho que nos preparáramos para ello había muchas posibilidades de que el final no fuera feliz.
Sin decir nada más comenzamos a caminar de vuelta al pueblo. Anais andaba con paso rápido y ágil como siempre, iba ligeramente por delante de mí, así que me concentré en observarla para olvidar la turbación que aún sentía por la visión. Su andar era elegante. Siempre había sido delgada, aunque su cuerpo se había vuelto más fibroso debido al entrenamiento. Una larga melena negra caía sobre su espalda, algo alborotada por el viento. Era extremadamente bella sin ninguna duda. No podía verle la cara pero conocía sus rasgos al detalle, y sabía que en ese momento estaría sonriendo. Tenía tantas ganas como yo de convertirse en bellator, y que yo hubiera mostrado indicios de que así sería era suficiente para que se mostrara feliz. ¿Y si fuera ella la que corriera peligro?
–Mierda –murmuré entre dientes sin darme apenas cuenta.
Se giró hacia mí con expresión interrogante, aparentemente se moría de ganas de hacerme más preguntas, pero me conocía tan bien como yo a ella, así que mi nerviosismo le bastó para no hacer preguntas. Me volvía muy poco hablador cuando algo me inquietaba.
Aparté la vista rápidamente para evitar que sus ojos negros vieran el temor en los míos. No dijo nada, simplemente dio media vuelta y continuó andando hacia el pueblo. Una vez que atravesamos los últimos árboles del bosque, aparecieron ante nosotros las primeras casas, el pequeño poblado en el que habíamos vivido todos estos años y que era posible que abandonara en los próximos días. Anais se despidió de mí con un guiño y vi como se alejaba corriendo hacia su casa. Seguramente estaba impaciente por contarle a alguien sus teorías sobre mis nuevas habilidades, pasaría horas interrogando a su madre al respecto ya que parecía ue compartiría con ella habilidad. Resignado y sabiendo que todos acabarían por enterarse de lo que había pasado, me encaminé hacía la casa de Nash, el guía de nuestra comunidad. Era necesario que se enterara de lo ocurrido, aunque al fin y al cabo mañana se acabarían las dudas, mañana sabría a ciencia cierta si era un bellator o no. Aún así tenía que explicárselo todo con detalle, la transformación era un paso peligroso y toda la información que tuviera al respecto podría ayudar llegado el momento. Era común que una vez iniciado el cambio, las habilidades brotaran de forma repentina y sin control. Sabía a ciencia cierta que mi madre había derribado la casa en la que se encontraba cuando tuvo lugar la suya, dejando solo una montaña de escombros en donde se había erguido una robusta vivienda de ladrillo. No iba a ser mi caso, pues las visiones poco daño físico podían hacerme pero la empatía era algo más peligroso que podía llegar a matarme si no la controlaba rápidamente.
Caminé despacio intentando retrasar mi conversación con Nash mientras repasaba mentalmente mi visión, intentando recordar cada detalle de lo que había visto y sentido. No me apetecía revivir toda aquel amasijo de sensanciones, aunque por otro lado deseaba que Nash confirmara la afirmación de Anais, deseaba sobre todo convertirme en un guerrero. Desde luego mis antecedentes familiares aumentaban claramente las posibilidades, si bien mi madre nunca hablaba de mi padre lo poco que sabía es que también era poderoso. Se llamaba Nathaniel y yo llevaba su mismo nombre.
Una vez frente a la casa golpeé suavemente la puerta. Una voz grave aunque amable contestó inmediatamente.
–Pasa Nathaniel.
Entré en la casa cerrando la puerta tras de mí. Estaba decorada de un modo bastante sencillo, pocos muebles y todos de carácter práctico, no había apenas ornamentos salvo un par de fotografías sobre la chimenea que mostraban a una chiquilla sonriente. Recordé que Nash tenía una hija que hacía ya años se había incorporado a uno de los grupos más numerosos, el que tenía asignada la zona de Madrid, en España. Volví mi mirada hacia Nash y le vi sentado tras el gran escritorio que había en la parte derecha de la habitación. Su sola presencia resultaba tranquilizadora a pesar de que medía alrededor de un metro noventa y tenía el pelo rapado al uno. Sus ojos se cruzaron con los míos, interrogándome silenciosamente. Me conocía lo suficientemente bien para saber que no era una visita de cortesía. Nash había sido como un padre para mí, me había cuidado y criado, dado que mi madre se vio obligada a volver a la actividad cuando yo aún no llegaba a los siete años. Mientras ella iba y venía de una misión a otra, Nash me enseñaba a valerme por mi mismo a la vez que me entrenada junto con el resto de los chicos de mi edad. Aquello era lo común aquí, donde muchos padres tenían que salir a luchar dejando atrás a sus hijos.
Acerqué una silla hasta él y me senté resoplando.
–Sigues asombrándome, aunque no voy a preguntarte cómo sabías que era yo.
Nadie podía acercarse a Nash sin que éste supiera quién era, era una de sus habilidades reconocer a la gente cercana aún antes de poder verlos, eso se unía a una especie de sexto sentido que le indicaba la naturaleza de las intenciones del individuo que tenía delante. Lo que le daba no poca ventaja frente a sus enemigos. Sin embargo, hacía ya años que había decidido quedarse aquí formando a las nuevas generaciones y de forma natural terminó por convertirse en el nuevo guía. No había conocido a Renia, su predecesora, pero estaba seguro de que él era aún mejor que ella.
–Pareces preocupado. No deberías estarlo, mañana todo habrá pasado –dijo inclinándose sobre el escritorio.
–No es eso –contesté rápidamente. A pesar de que estaba seguro de que notaba mi nerviosismo, no quería que pensara que temía el momento de mi transformación. Tomé aire varias veces y me preparé mentalmente para contarle lo que había ocurrido.
–He estado con Anais junto al arroyo, hablábamos tranquilamente y de pronto una imagen algo borrosa ha aparecido ante mí.
–¿Una visión? –preguntó inclinándose aún más en mi dirección. Su cara no varió de expresión, con lo cual me fue imposible adivinar si se alegraba o no de que la clarividencia fuera mi habilidad primaria.
–Eso creo. Apenas pude ver un acantilado y algo moviéndose rápido a mi alrededor. Pero.... –Dudé sin saber muy bien que decir, no me sentía cómodo admitir todo lo que había sentido–, también percibí distintas emociones: pérdida, pena...
–Así que además eres empático –concluyó–, interesante.
Una pequeña sonrisa asomó a sus labios mientras asentía, sus ojos brillaban y un momento fue como si estuviese mirando más allá de mí, pensando en algún recuerdo lejano. Bajé la cabeza algo cohibido, por alguna razón me sentía ridículo frente a él a pesar de que nunca había sido así, no con él. Durante un par de minutos el silencio reinó en la habitación. Pensé en decir algo, sin embargo no sabía qué, así que esperé a que él hablara. Tras cerrar los ojos un momento como si intentará recordar algo, volvió a abrirlos.
–¿Sabes lo que eso significa, no? –preguntó finalmente.
–Supongo –contesté no muy convencido.
–Sea como sea, mañana lo sabremos, pero sé que te convertirás en bellator. No tienes de que preocuparte.
 Respecto a la visión, es probable que vuelvas a tenerla de nuevo así que ya hablaremos de ella cuando puedas ver todo de manera más clara.
Al terminar de hablar se levantó de la mesa dando por terminada la conversación. Supuse que tendría asuntos de los que ocuparse y que no se sentía inquieto ante lo que parecía ser la prueba de mi incipiente transformación. Hubiera deseado tener la misma calma por él, pero no dejaba de sentirme intranquilo. Me despedí con la mano y salí de la casa sin mirar atrás. Deseaba realmente que tuviera razón y que mañana por fin me convirtiera en un regio bellator, era lo que todos esperaban de mí y yo temía defraudarlos. Pero además ansiaba poder abandonar el pueblo y conocer el exterior.
Seguí caminando sin rumbo mientras le daba vueltas una y otra a lo sucedido en el arroyo e inevitablemente acabé delante de la casa de Anais, siempre terminaba allí. Riéndome de mí mismo entré en la casa sin llamar. Podía pasar la tarde con ella simplemente hablando, eso me distraería y haría que el tiempo transcurriera más rápido. Anais siempre había estado a mi lado, su casa era como una segundo hogar para mí.
Las horas transcurrieron sin darnos cuentas mientras charlábamos sobre todo lo imaginable excepto sobre mi transformación, a pesar de que lo más probable es que esa misma noche me convirtiera en bellator, Anais me conocía demasiado bien y sabía que darle más vueltas al tema me pondría aún más nervioso. Así que durante el tiempo que pasamos juntos evitó tocar el tema y yo no sentí gana alguna de sacarlo a colación. La adoraba por eso, entre muchas otras cosas.
Hubo un tiempo en que había creído sentir algo más por Anais que simple amistad, con apenas quince años y habiendo pasado toda nuestra infancia juntos, habría sido relativamente fácil sentirnos atraídos el uno por el otro. No solo eso, sino que encajábamos a la perfección, ella era testaruda y cabezota, yo tenía la paciencia que a ella le faltaba. Podíamos charlar durante horas, o bien pasar el rato juntos en silencio. Además, Anais era guapa, realmente guapa. Yo comencé a mirarla con otros ojos cierto día en el que por error entré en su cuarto sin llamar; a medio vestir, Anais no había sido lo suficientemente rápida para que no la viera y fuera consciente de que su cuerpo ya no era el de una niña.
Durante varias semanas me sentí distinto respecto a ella, incluso llegué a evitarla. Ella por su parte, parecía reacia también a quedarse a solas conmigo. Todo acabó de una manera algo extraña, en un pelea durante uno de los entrenamientos. Nash, al que no se le escapaba nada de cuanto ocurría en el pueblo, nos emparejó para que simuláramos una lucha y la simulación se nos fue de las manos, convirtiéndose en una pelea en toda regla. Cuando una de sus patadas me golpeó en plena cara y me tumbó, Anais acudió corriendo a mi lado pensando que me había echo daño. Lo que en realidad era cierto, porque sangraba profusamente por la nariz y me había roto el labio. Pero por alguna extraña razón aquello nos devolvió la confianza en nuestra amistad. Era raro pensar que todo volvió a su lugar a base de golpes, aunque creo que fue vernos como enemigos, como guerreros buscando la derrota del otro, lo que hizo que valorásemos la amistad que teníamos; al menos así fue para mí. 
Desde ese momento, no volví a pensar en Anais como otra cosa que una amiga, casi como una hermana. Volvimos a nuestra rutina de entrenamientos y risas compartidas, a pasar cada momento libre juntos. Nunca hablamos sobre el tema, ninguno de los dos sintió la necesidad de aclarar aquel malentendido, quizás porque ambos sabíamos que así es como debían ser las cosas o quizás porque la amistad que nos unía era más fuerte que todo lo que pudiera ocurrirnos. Yo deseaba que fuera esto último aunque sabía que la nueva vida que posiblemente emprendería mañana me llevaría muy lejos de ella.

Comentarios

  1. jijijiji mencanta

    tienes esto manga por hombro eh? pon un poco de orden niña!

    besicoooos

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  2. me encanta!! esperare el siguientee capitulo impaciente!! si tienes tiempo porfavor pasate por mi blog y dame tu opinion:)

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  3. Polly, sí que está todo manga por hombro sí, a ver si poco a poco lo dejo todo más bonito!!!!

    Noe, muchas gracias!!! Ahora te hago una visita ;)

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  4. Hola soy un chaval de Galicia me encanta tu libro era para saber si lo sacas al mercado o lo vas a subir y cada cuanto lo subiras gracias y buena suerte con el otro

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  5. Hola rigui, gracias por tu comentario. Me alegro que te esté gustando mi novela. En principio no hay editorial que por ahora lo publique, asi que poco a poco lo iré colgando aquí, asi como en la página de facebook: www.facebook.com/sagabellator que como verás está todavía en construcción.

    Espero que me sigas visitando y que disfrutes con el resto de la novela. Ya está colgado el cuarto capítulo ;)

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  6. Genial! Genial! Me encanta! Soy nueva en este blog y me chifla!!!!
    Un beso desde
    laoctavanotaparatodos.com.es/
    Ya te sigo! Si quieres pasate por mi blog!!!

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    Respuestas
    1. Gracias, Bella, por oasarte y comentar. Me alegro muchísimo de que te haya gustado :)

      Un beso y paso a visitar tu blog, claro que sí.

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